Y dime, hijo del hombre:
¿no te basta?
Alza los ojos,
fruto del caos y de la noche, di:
¿no ves el carro?
¿Su ardiente arenga alzarse todavía?
¿Las hojas que se dan a su llamada?
Ciñe, como varón, tus lomos,
y di si ha sido en vano
el intrincado mecanismo
de los días.
La garganta del mirlo, las esferas,
la innumerable industria de tu cuerpo,
la luz que condesciende a tu mirada.
Di
si es que no basta.
Si no basta la sangre de los héroes,
el óxido,
los gritos y el silencio de la historia.
Pero ve,
busca en tus venas tu tesoro, mira:
sólo eres una sílaba olvidada
que sin saber por qué pronuncia «ahora».
Y girarán los días
y volverá el invierno
y tejerá la savia otros ponientes.
Desplomará la aurora sobre el mármol
un nombre que no es tuyo
y eso es todo.
Marchitará en tu cuerpo la justicia
y un mirlo cantará en otros jardines.
Será la vida.

Y no tendrá tus ojos la belleza.

De nada habrá servido el universo.


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