Me dijiste una vez –ya no recuerdas–
que el pasado es la patria de las rosas,
el presente la arena entre sus tallos.
Que sobre esa ecuación se yergue el mundo.
Ya no recuerdas.
La noche se acababa,
devolvía la aurora las ciudades
y un suspiro moría por tu cuello:
debíamos volver a ser humanos.
Breve ha de ser la dicha
para que hallen los pasos su destino
y otra huella desmienta la pasada.
Y en su breve silueta, en el fracaso,
la ceniza del sueño de los hombres,
los secretos cimientos de la tierra.


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