Era esto.

Recuerdo el humo ondeando victorioso,
la tierra devastada.
El mismo sol velando la miseria
los gritos adentrándose en el pecho.

Recuerdo el hierro herido
alzarse como un verbo contra lo alto
como un nombre perdiéndose en el aire,
la sangre sobre el polvo de los siglos.

Y todo
y todo sucedía en el silencio
y el mundo afuera apenas se inmutaba.

Recuerdo aún aquella lluvia
que alguna vez fue mar, o fue pasado,
que todo lo que fue
tal vez solo lo fue para nosotros.
Recuerdo el viento
temblando, pronunciándome una vida,
poblándome los pasos de un camino
de algún allá donde quizás me esperan.

Y era esto.

El destino en las líneas de otras manos,
el naufragio
en cada voz que no es la tuya,
el ansia de vivir en otro cuerpo.

Tan solo esto.

Saber lo que es ser Dios
ante una sola de sus criaturas,
saber lo que es ser nada ante el milagro:
el silencio
haciendo de la música algo cierto.

Y me miraste:
no era el fuego, los dioses, las batallas.

Era el amor.

Recuerdo oír caer la lluvia,
silbar el viento,
y el humo allí aún ondeaba victorioso
y el mundo afuera

el mundo afuera apenas se inmutaba.


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