
La arcilla
Aquí el barro.
Aquí el calor y la humedad secreta.
La solemne docilidad
con la que admite
la extraña gravedad de las dos manos
no es presagio,
aún,
de su destino.
Sólo el aire, el calor, sólo la calma
harán de ella una cosa. Sólo una.
La débil sed del sueño ya materia,
la trágica verdad del ya ser algo,
la sombra que se arrastra por el día.
Una cosa.
Tan sólo eso.
Tan Sólida.
Tan Unívoca.
Tan frágil.
