Es aquí.

Los nudos deslizándose,
la tela que se postra.

La sombra conjugada en unos dedos
que apartan la ceniza donde pasan.

Aquí.

Los cuerpos inventándose raíces,
los fuegos y las venas.

El aire descalzándose al pisar
por pieles que ya son tierra sagrada.

El secreto.

Es aquí.

Donde se rinde el ruido de los días
y nos sucede un fuego entrecortado.

Donde nos nace un alma en todo el cuerpo
y se nos venga el tacto lentamente
de tanto cuanto el mundo nos separa.

Aquí,
secretos y desnudos,
te acaricio como si entre mis manos
cupiese la luz toda sucediendo.

Amanecida por tu piel, mi patria
es un canto lejano en nuestros labios
es una invocación a un dios
que clama como un arma su belleza.

Es saberme,
descubrirme y saberte cierta a un tiempo
y la tibia certeza de que existes
y el tiempo en nuestro pecho enmudecido.

Y sucede mi boca que te busca
y explora los linderos de algún sueño
que habite entre tu cuello y la mañana.

Aquí las olas soñolientas
de mi beso a la orilla de tu pelo.

Y va cayendo de tu voz la estela
que hará crecer la hierba en otra parte.

Y te reclamo,
te busco en ti
hasta varar mis labios
al manantial sediento de tu pecho.

Y sucede
y decimos un nombre tan callando.

Y morimos.

Y cerramos los ojos
tan mirando.

Sucede aquí,
donde la muerte muere,
donde ya nada hay fuera,
donde ya fuera es nada.

Aquí.

Donde el misterio baña nuestra carne

y un tacto nos promete más que un cuerpo.


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